sábado, 22 de noviembre de 2008

Y nos lavamos las manos...


Las soluciones, a menudo, dejan bastante que desear...

Después del capítulo del Consulado, fui a la escuela para contar todo lo que había pasado. Quería una explicación y sobre todo, una solución. En un primer momento, estaban más sorprendidos que yo, al parecer siempre lo hacen de esta forma... los alumnos pagan antes de obtener el visado.

Me dijeron que mandarían una carta al Consulado para decir que han cometido un error y me tendrían que haber dado el visado. Entonces, si accedían... no tendría que ir a Seattle, pero sí a la frontera a recoger el permiso...

Al final me han dicho que no lo pueden hacer, con lo que deduzco que la gente que ha hecho lo que yo, tenía pagado el curso para estar seis meses, pero antes de pagar más, han solicitado el visado...Total, que se lavan las manos...

Después de esta deducción, las cosas me siguen resultando extrañas... hay un chico mexicano en la escuela que ha conseguido una visa para estar un año después de haber pagado el curso...¿por qué no me la dieron a mí? ¿es posible que un mal día de un funcionario te arranque un derecho?

Las opciones que me ofrecían (por decir algo);
  1. volver en marzo
  2. enviar la documentación a París
  3. volver a solicitar el visado en Seattle
  4. pasar del visado: puedes estar seis meses, entonces, volver a tu país y regresar a Canadá; al llegar al aeropuerto te vuelven a sellar para estar otros seis meses
La primer opción estaba descartada; no pienso volver en marzo cuando mi intención es hacer unas prácticas.

La segunda no me queda muy clara, pues eso lo tengo que hacer cuando esté en España y no es que la navidad sea la mejor fecha para que París conceda nada.

No pienso volver a pisar el país vecino en no sé cuánto tiempo... es una situación tan incómoda que se me quitan las ganas... la verdad...

Pasar del visado es lo mejor... Lo único negativo de este punto es que quería quedarme hasta finales de julio, principios de agosto... y va a ser my complicado. En marzo haría los seis meses en estas tierras, pero en navidades estaré en Málaga y cuando vuelva comenzará otra vez la cuenta atrás hasta completar de nuevo los seis meses (así que acorto la posibilidad de estar por dos meses más...)
El 19 de enero empiezo un curso para prepara el First Certificate, así que llegaré uno o dos días antes y así me quedo hasta el 19 de julio...

Lo mejor: estaré más tiempo en Málaga
Lo peor: desconexión por más de tres semanas con el inglés

martes, 18 de noviembre de 2008

Visado, el nuevo deporte de riesgo


Tras subir en una escalera mecánica a la primera planta de un edificio, atravesamos una puerta de cristal. Allí se encuentra un policía que dice:

-Lo que buscáis está en la sexta planta, pero hasta las 7:45 no podéis subir-.
-De acuerdo, gracias-. Volvemos a salir por donde hemos entrado y esperamos.
-No, tenéis que esperar abajo-

Con cara de no entender nada, volvemos a bajar en la escalera mecánica y esperamos en el hall durante unos quince minutos.

¡Bienvenidos al Consulado de Canadá en Seattle!


Si eres de Europa no tienes tantos problemas para estar en EEUU y Canadá como los que proceden de Centro o Sudamérica. Lo único que has de saber es que tienes permitido quedarte seis meses como turista, -eso implica que puedes estar en una escuela, pero no puedes trabajar-. Si quieres estudiar por más tiempo o conseguir un empleo, has de solicitar la visa correspondiente. Viajar a Canadá para estudiar inglés es un destino muy acertado, sobre todo si eliges una ciudad como Vancouver. Siempre que pensamos en este país norteamericano, lo primero que se nos viene a la cabeza es el frío que hará en invierno, los interminables días de nieve, las noches tan largas y la imposibilidad de salir a la calle por las extremas temperaturas que oscilarán entre noviembre y febrero. Y por si fueran pocas razones, siempre queda pensar en lo lejos que está... En realidad, Canadá, siendo un país tan grande, alberga varias posibilidades. Vancouver, situada a orillas del Pacífico ofrece un otoño frío y lluvioso, pero ambos son soportables. Además, el hecho de que llueva con tanta frecuencia hace que disfrutes y agradezcas los días soleados más que en España.

7:45- De nuevo la escalera mecánica, la puerta de cristal, y finalmente, el ascensor. Tres personas-contando conmigo- nos dirigíamos hacia el consulado; mientras una cuarta iba hacia la octava planta. Cuál fue nuestra sorpresa al ver que no hubo parada, el ascensor pasó de largo... y entonces, el que había logrado llegar a su destino nos dijo que hacía falta una llave para que el ascensor funcionara antes de las ocho...
Estuvo muy bien encontrar a dos personas non gratas en tan poco tiempo... Menos mal que alguien había llamado a la máquina que sube y baja y y por fin, llegamos a nuestro punto de destino...

Cuando llegas al consulado, tienes que pasar por un control... Que si la chaqueta, la mochila, el móvil... es como prepararte para viajar y quedarte en tierra, ya que sólo vives lo inseguro y lo incómodo de la situación.
Lo primero que tienes que hacer es coger número, y entonces, sólo queda lo mejor, esperar...
Dado que me llamaba "12", la espera no fue muy larga, lo justo para mirar a mi alrededor, una habitación con una luz opaca, fría, enferma; y un clima tenso. Sobre todo porque hay un policía dando vueltas y mirando continuamente como si estuvieras haciendo algo malo, como si fueras a atacar en ese espacio canadiense que se encuentra en el país vecino.

Después de revisar la documentación, contar el dinero una y otra vez, pienso que después de todo, nada puede ir mal. Tanto con el chico mexicano que conocí en el autobús, Daniel; como con la española que acababa de encontrarme, el tema de conversación estaba dedicado en cuerpo y alma a la visa.

Y por fin, el panel luminoso llama a "12"; me dirijo a la ventanilla 3, y le doy la documentación a una señora no muy simpática que se encuentra al otro lado. Me dice que me falta rellenar algo, y por ese mismo motivo tengo que volver a coger número...
Ahora me llamo de otra forma, soy "30", aunque suene más lejano, es más redondo, y quién sabe, quizá de suerte... ¡No! en realidad me entró un cabreo importante que guardé para mí por tener que volver a la "máquina bautizadora" de nombres instantáneos.

Espera, espera, espera... los números ya van desordenados y el consulado se convierte en la tómbola más lenta de la historia. Y entonces, llaman a 30 y corriendo voy a la ventanilla 4, entrego la documentación, y aún faltan dos cosas por rellenar... tan sólo tengo que escribir una palabra y una fecha, que es el tiempo que puedo estar en EE.UU... menos mal que me dejaron completarlo al instante.

Cuando por fin todo parece funcionar, me da un papel en el que tengo que rellenar dónde he estudiado el bachillerato y la universidad con sus corresponientes años. Más abajo, los viajes que he realizado en la última década, cuándo, dónde y por qué.
No pasa nada, tengo tiempo, no sé cuándo van a volver a llamarme para pagar el visado... espero, espero, espero... y 30 vuelve a aparecer en el panel. Esta vez me recibe una señora mucho más simpática, le doy los 105 Usa dollars y me responde agradecida y deseándome una buena mañana. ¡Esto es otra cosa!

Entonces, vuelvo a tomar asiento, y espero, espero, espero...miro las advertencias que cuelgan de la pared:
-No comida (podrían dejarte, con todo lo que esperas, entra hambre)
-No teléfonos (estaría bien para ir avisando a la familia, amigos...)
-No pistolas (está de más que haya que dejarlo por escrito y no se de por hecho, cuando lo lees, no sabes si reír o llorar.)

Si había olvidado la razón por la que no quería estar en EE.UU, el recuerdo viene tan rápido como una bala -nunca mejor dicho-. Lo siento, pero vivir en un país donde es más fácil obtener un arma que un visado, no es mi estilo.

Quiero ir al baño, pero espero por si acaso me llaman, y el tiempo pasa... lento porque mi número no es requerido; rápido porque hay que coger el autobús para regresar a la tierra prometida. Nunca antes había tenido tanto sentido como en ese momento "Quien espera desespera". En ese tiempo, la cabeza sigue dando vueltas, imaginando cómo será entrar en una de esas habitaciones, si será igual de frío que entregar la documentación; si habrá una persona educada, si será simpática, si tendrá un mal día. También si la decisión de concederte el permiso está tomada o si el azar juega hasta que tu número entra y cierra la puerta.

Voy al baño y Murphy aplica su ley. Menos mal que el chico mexicano, Daniel, llamó a la puerta para avisarme... después de estar más de una hora esperando para la última fase, ¡LA ENTREVISTA!

-Hola
-Hola
-Estás estudiando en Canadá
-Sí
-Estás haciendo un programa que finaliza en julio
-Sí
-No puedes hacer eso.
-Con cara de sorpresa, -¿por qué?
-Has pagado un curso que dura más de seis meses antes de obtener la visa. Has estado estudiando ilegalmente en Canadá.
-No, no, la escuela me dijo... hay muchos estudiantes que hacen lo mismo que yo
-No, las reglas son muy claras, y tu escuela debería saberlo
-Yo vine para seis meses y estando aquí decidí quedarme más tiempo, la escuela me dijo...
-No, te puedes quedar hasta marzo.
-¿No hay ninguna solución, nada que se pueda hacer?
-No, en marzo te vas

En ese momento, un millón de cosas me pasaron por la cabeza, sobre todo porque me gustaría haber dicho lo que no se puede decir. Me hubiese encantado hablar acerca de la cantidad de gente ilegal que tienen en el país, el incontable número de personas que vive en Vancouver sin techo, pidiendo, bebiendo, fumando y drogánose un día tras otro...
Me hubiese gustado decir lo que pensaba acerca de la razón por la que no me concedían la visa, que más estúpida no podía ser... tan sólo porque pagué el curso antes de obtenerla... ¿es un motivo tan significante? ¿un error tan grave? puedo estar seis meses y tan sólo llevo dos, ¿cómo va a ser un mal momento para prolongar mi estancia?

En ese momento supe cuánto me gusta Canadá y su gente, pero cuánto odiaba al consulado, como en cualquier país... es lo peor del gobierno, y me entristecía un poco pensar que ese espacio de Canadá en otro estado era tan diferente a lo que conocía...

Y pensaba en mi familia, en lo mal que lo pasaría si comunicaba la noticia. En las caras que tendrían si estuvieran conmigo en ese momento, en el abrazo que me darían, en las palabras de consuelo. También pensé en lo disgustados que estarían con la situación. Y entonces, decidí no decir nada hasta hablar con la escuela y tener una respuesta. No quiero que se preocupen estando tan lejos.

Sólo me queda pensar que los que trabajan ahí también son números, un día tuvieron que serlo para obtner ese trabajo... y se lo tomaron tan en serio, y se lo creyeron tanto... que renunciaron a ser personas para ser una cifra hasta que mueran. Números que firman, que sellan, que conceden y deniegan... números vestidos de jueces; pero números al fin y al cabo...

Cuando llegué a la frontera, las preguntas fueron aún más incómodas...
-¿Por qué has ido a Seattle?
-¿Por qué vienes a Canadá?
-¿Dónde vives?
-¿Cuánto dinero tienes?

Números disfrazados de militares que se otorgan el derecho de sembrar pánico. En las fronteras no somos personas, somos sospechosos. No somos turistas, somos intrusos. No somos personas libres sino borregos en línea esperando el toque de queda.



sábado, 8 de noviembre de 2008

Culinaria, una actividad internacional

Una de las ventajas de viajar y estudiar en una escuela de idiomas es la oportunidad de conocer otras culturas. Estamos tan segmentados, con unos ideales tan preconcebidos acerca de otros países -cuando nos encontramos en el nuestro-, que la experiencia es aún más positiva. Sobre todo porque por una vez nos tratamos como personas y no como insignias. Porque se deja a un lado el nacionalismo, las fronteras y los derechos mercantiles; la competencia por la superproducción.

No es sólo que dejemos a un lado todo eso, sino que a pesar de ser diferentes, nos respetamos más. Es curioso ver cómo en Korea es algo tan normal comer carne de perro o en Suiza la de caballo -que no sé cuál me sorprende más-.

Me gusta ver cómo la fusión cultural hacen de la casualidad un interés, un querer saber por lo desconocido, intentando comprender o simplemente respetando las diferencias. Porque al fin y al cabo, no es más que eso...

Anoche cemé en un restaurante koreano con un brasileño, una francesa, una suiza y tres koreanas. Claro, el sentido de ir estaba en probar la comida con gente de ese país.
Me habían advertido de que la mayoría de la comida es picante. Lo bueno es que no era para tanto, podías tragar sin problemas y después no asomaba una amenaza de carraspeo sin fin en la garganta.
Lo que más me llamó la atención fue una masa que hacen con el arroz, la textura es como la de una "chuche de goma", pero de sabor está muy bien.

En la foto podéis ver lo primero que tomé. Es un té que sabe a arroz hervido sin sal...-como cuando alguien está suelto del vientre o a dieta- Para ellos es como para los occidentales beber agua.
Desde aquí os animo a que si tenéis oportunidad, vayáis a comprobar que está muy bien. La mayoría de los platos llevan verdurita y el sabor en sí no es nada extraño.

Ya comentaré qué tal con los siguientes restaurantes... lo más seguro es que el próximo sea brasileño.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Alanis en el Orpheum de Vancouver

Si hay algo que mueve la curiosidad y las ganas de conocer una ciudad, la actividad lúdica-cultural es un plato fuerte que no nos cansamos de probar. La semana pasada me quedé con las ganas de ir al concierto de Moby... claro, cuando piensas en un concierto te lo imaginas cantando las míticas; en cambio, si es algo más electrónico... sabes que mucha gente se puede quedar atrás. La cita se ponía en verde a las 21:00 y finalizaba a las 03:00. El problema, por tanto, es que había más djs, no sabías a qué hora comenzaba su actuación y por supuesto, no iba a cantar... Hubiese entrado de todas formas, seguro que iba a ser una buena fiesta, pero la gente no estaba muy animada... y decidimos dejarlo pasar...

Y entonces llegó Alanis... el martes por la noche, en el Orpheum de Vancouver, un teatro que se inauguró el 7 de noviembre de 1927, con un exterior corriente -tirando a cutre- ; pero por dentro, sin duda, una joya digna de ser visitada.
Antes de que la rockera canadiense apareciera en escena, el telonero no estuvo nada mal, aunque no me resultó original en absoluto... Lo mejor fue cuando dio la noticia:"¡¡¡Obama es el nuevo presidente!!!" El público se levantó aplaudiendo, la alegría fue tal que me resulta imposible imaginar cómo habrá sido la reacción en cualquier sala de concierto o teatro de Estados Unidos.

Tras una larga espera con Portishead de fondo, mientras los técnicos preparaban la puesta en escena, llegó Alanis. Fue impresionante estar en un lugar tan mágico viendo en vivo cómo cantaba Uninvited, -que es la canción que más me gusta y con la que estrenó su actuación-... Disfruto cuando estoy en un concierto intentando averiguar cuándo llegará el ansiado tema, expectante, con la incertidumbre de si habrá un espacio para él... pero que lo toquen al comienzo es mejor que quedarte sin oírlo. Hubiese pagado sólo por ése.

Aquí os dejo una muestra de lo que supone ver, escuchar y sentir esta gran canción en directo... No es de Vancouver, pero al menos podéis palpar la esencia.