domingo, 7 de diciembre de 2008

La casualidad y la intención


La suerte, la mala suerte, el por los pelos, el casi, el azar. La realidad, como una moneda, tiene dos caras. Por un lado, la tuya, por otro, la de los demás...

Vas a la parada de autobús, a ciegas horarias, no sabes la frecuencia con la que pasa, no sabes si llegarás al mismo tiempo, un segundo antes o dos después... y sólo te queda pensar antes de girar la calle que ojalá lo veas en la parada que precede a la tuya...
Quieres cruzar la carretera, el autobús está a unos metros, quieres cruzar pero algo te lo impide,;los coches con un carril para cada sentido, uno que va, otro que viene, y entre tanto, la lluvia. Entonces, calculas el espacio entre vehículos, sabes que te da tiempo a ir al otro lado, y cuando lo estás haciendo ves que el autobús parece que está en una carrera y pretende hacer de la parada un bonus para ganar tiempo y con suerte, llegar un segundo antes a cada una de las siguientes estaciones para vencer y llegar al punto final sin pasajeros.
Haces señales de humo, está lloviendo, pero tu paraguas, horrible como es, siendo la garantía de que no se te va a perder ni nadie te lo va a robar... se abre y se cierra, mientras tus brazos se alzan pidiendo auxilio para no perderlo y así llegar puntual...
Pero no hay nada que hacer, el conductor te mira y no para porque te has quedado a cinco metros de la parada... y tú, ahora con los bajos de los vaqueros mojados, notando cómo te cala por dentro, después de los nefastos malabares, te relajas y te preguntas: ¡-¿Por qué coño no ha parado!?- Pero no hay respuesta y te quedas pensando en lo injusto que ha sido, que por dos segundos te hayas quedado en tierra... ¿qué habría sucedido si tu día hubiera comenzado un minuto antes? ¿qué habría sido si al salir de casa, no hubiera estado lloviendo y por consiguiente hubieras ganado el tiempo que perdiste sacando el paraguas y abriéndolo?

Y llega el momento de regresar. Sigues sin saber el horario, la lluvia es más persistente, pero tampoco vas con mucha prisa, tan sólo tienes que llegar a casa, y con la que está cayendo, te gustaría ahorrarte el diluvio en la caminata que hay desde la parada a tu puerta.
Esperas, esperas, confías en que no quede mucho para que llegue, que ojalá no haya pasado el último.. Piensas que por lo menos ahora estás en la parada y el conductor no va a poder pasar de largo, que ahora ganas tú la carrera. Piensas en la suerte, la mala suerte, el por los pelos, el casi, el azar. Piensas en los momentos en que has llegado al mismo tiempo, en los que te has quedado en tierra por un segundo, en los que te has quedado esperando una hora... en la de veces que has maldecido al transporte público... y sabes que lo que para ti es un juego o una putada, según se mire... para otra persona no es más que un trabajo con un horario fijo... que lo que para ti es incertidumbre, para otra es rutina. Que lo que para ti es casualidad, para la otra es intención... Digo intención porque lo de la casualidad y causalidad es algo que está tan manido que ya pierde la gracia... y cuando se abusa tanto de un registro como ése es que nos hemos quedado sin opciones y nos convertimos en simples jugadores de palabras muertas...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.

Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.

Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.



En la lejanía, Paloma:

te envío este cuento sufí de haya cuando los árabes extendían sus dominios por la bella Al-Alandalus recordando las palabras de mi madre al recitármelo de pequeña.

Buena suerte, mala suerte: nunca se sabe: no maldigas tu destino, pues sólo es eso. Lo que parecen haber escrito las estrellas.

Mucho ánimo y felicidades por tu blog.

Un beso,

CARLA.

Silvia A. A. Vasconcelos dijo...

Uno de mis post favoritos de tu blog!!mmm más bien mi favorito

Anónimo dijo...

Gosh I miss Canada !!!
But I have to read your post again because i didn't understand everything !!! My spanish is getting worse ! I need to speak with you more !!!
Take care Pop Corn ;-)
Besos,
Divertida