domingo, 14 de diciembre de 2008

Ahora, nunca a deshora


Cuando llegamos a un sitio nuevo, a veces, dejamos que en unas semanas, la magia se esfume. Vemos otros lugares, pero no con la misma expectación que cuando nuestros zapatos estrenaron el suelo...

En los momentos en que me acostumbro a algo, mi consciencia se activa para recordarme que aún hay mucho por conocer, muchas calles por recorrer... y uno de esos momentos llegó cuando salí de la clínica. Puesto que iba con la idea de que las noticias serían buenas desde la noche anterior, que la doctora me dijera que no había nada roto, no me sorprendió mucho. Cierto es que una parte de mí estaba algo intranquila, pues nunca se sabe...

Con el 100% de la balanza en positivo, salí de la clínica con una amplia sonrisa. Las nubes habían abandonado Vancouver, y el cielo, azul, abierto para el sol, llenaba de vida a esta ciudad. Caminé por el tramo de una calle que nunca había visitado anteriormente y llegué a una zona que se llama
False Creek, es bastante amplia y la anduve tres semanas atrás, pero justo esa parte, no.

Hablé con mi madre para comentarle el resultado de la cita, mis noticias eran buenas, pero no lo que escuché al otro lado del teléfono. Molly, nuestra perrita, después de pasarlo mal, se ha tenido que marchar... Aunque en ese momento me puse muy triste, pensé en todo lo bueno que me estaba ocurriendo. Estar en donde quiero, que finalmente no me haya partido el dedo, la suerte de poder ir en navidades a Málaga, el SOL...


Seguí caminando, componiendo los pensamientos de colores positivos. Aunque el día era frío, yo no lo sentía... la estrella amarilla calentaba los pantalones negros -que si bien en verano es lo menos recomendado, en invierno es la mejor elección-.
Me iba fijando en todo lo que veía a mi paso, fotografiando con la mente aquello que más me gustaba y un nudo en el estómago reflejaba lo emocionada que estaba. Molly ya no va a sufrir más, las navidades están muy cerca, lo que me rodea es precioso, ¡estoy en Canadá!

A veces adelanto un pie, después otro, no pienso, sólo voy.

A veces camino, adelantar un pie significa avanzar.
A veces basta con observar lo que me rodea y cuando me quiero dar cuenta, paro en seco, miro hacia atrás y veo cuánto he caminado.

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